Hoy ha llegado a nuestra estación un extraño tren, un tren lleno de mujeres de todo el mundo que contaban sus ingratas experiencias en relación con la VIOLENCIA DE GÈNERO.
Anita NAIR nos contaba: "Hasta principios de 1998 había una taquilla especial para las señoras, los ancianos y los minusválidos en la estación de ferrocarril de Bangalore. Y en la mayoría de los trenes nocturnos de la India con compartimentos de segunda clase, había un vagón especial para mujeres."
Allí también nos mostraron las mujeres afganas su vida cotidiana:
Anita NAIR nos contaba: "Hasta principios de 1998 había una taquilla especial para las señoras, los ancianos y los minusválidos en la estación de ferrocarril de Bangalore. Y en la mayoría de los trenes nocturnos de la India con compartimentos de segunda clase, había un vagón especial para mujeres."
Allí también nos mostraron las mujeres afganas su vida cotidiana:
Nuestro alumnado de 3ºde la ESO les hicieron llegar los carteles publicitarios que habían elaborado a partir de la publicidad obtenida de revistas:
Y Uxía, de 4º de ESO, les leyó esta historia, que había titulado "La puerta de la vida":
Hay quien piensa que el desayuno son sólo unos pocos minutos por la mañana.
He tenido desayunos de todos los tipos en mis veinte años. Desayunos en familia, con risas y croissants calientes. Desayunos solitarios, pensando en mis cosas…Desayunos en compañía de ilusión y nervios por las cosas que empiezan. Desayunos acelerados, sin tiempo para nada, o llenos de dudas y miedo por las personas a las que quiero. Son sólo unos pocos minutos, pero en el desayuno, ya sabes cómo va a ser el día que te espera.
Desde hace un año, mis desayunos no me aportan la energía necesaria para enfrentarme a lo que cada día estaba viviendo y sufriendo. Hoy me he dado cuenta de muchas cosas. Reflexioné sobre lo que he vivido y elegido. He despreciado aquellas palabras que trataban de ayudarme. Incluso he perdido a la gente que me quería, para que él fuese el centro de mi vida.
Las cosas desde dentro parecían no tener solución. Yo no podía dominar la situación. Estaba atrapada, aplastada, humillada, amenazada, golpeada…. Es fácil de describir pero muy duro de sentir.
Al principio crees que simplemente es que tuvo un mal día, que él no es así, que fue un simple arrebato. Al día siguiente me regalará flores, me pedirá perdón y hará de nuevo una falsa promesa.
Empezó por dominarme sin que me diera cuenta, continuó diciéndome lo que tenía que llevar puesto. Le aterrorizaba que alguien me mirase o me insinuase lo guapa que estaba. Si eso ocurría, yo era la culpable.
Llegaron las amenazas, el prohibirme salir de casa, el verme obligada a llevar gafas de sol. Todo para tapar lo que él me había hecho para luego decir: “yo te quiero”
Y yo callada, sin hacer nada.
Sabía que mucha gente se lo esperaba, que tenía apoyo pero me faltaban ganas.
Yo lo quería.
Pasó un año y no fui capaz de cortar la situación. Fui con él a vivir a otra ciudad. Pensé que la cosa podría funcionar o cambiar. No me di cuenta de su astucia. Aquí, nadie me conoce, paso desapercibida. Deseo que duren para siempre aquellas horas en las que él no está.
Ya no lo quiero, lo desprecio.
Tengo ganas de pegarle, escupirle, hacerle pasar por todos esos horrorosos momentos.
No me faltan las ganas, pero sí la seguridad.
Tengo miedo.
Me caían las lágrimas continuamente y cuando me veía me las quitaba con bofetadas.
He pensado en suicidarme y acabar con este dolor, pero creí que esa no era una la solución. Pensé en vosotras, mujeres que estáis en la misma situación. Si yo daba el paso quizás muchas más lo haríais.
¿Por qué esperamos a que nos maten y se salgan con la suya? ¿Por qué no lo intentamos aunque arriesguemos la vida? Si no lo hacemos, quizás no moriremos hoy, ni mañana…pero ¿acaso no pensáis que lo que vivimos es una muerte? Sí, lenta y con sufrimiento. Todas juntas podemos hacerlo. Somos más fuertes que ellos.
Hoy en mi desayuno la absorción fue tan rápida que todas esas vitaminas y proteínas se transformaron en un impulso muy fuerte.
Me levanté, observé mi puerta, parecía mi vida: carcomida, casi sin madera, desgastada… ¿y si me quisiera indicar el poco tiempo que me quedase para estar muerta?
La crucé decidida y sentí cómo la libertad me acariciaba. Fue una sensación indescriptible. No me importó si era fuerte o estaba blindada, lo importante es que la supe cruzar a tiempo; que llegaría a derrumbarla si fuese preciso…
He tenido desayunos de todos los tipos en mis veinte años. Desayunos en familia, con risas y croissants calientes. Desayunos solitarios, pensando en mis cosas…Desayunos en compañía de ilusión y nervios por las cosas que empiezan. Desayunos acelerados, sin tiempo para nada, o llenos de dudas y miedo por las personas a las que quiero. Son sólo unos pocos minutos, pero en el desayuno, ya sabes cómo va a ser el día que te espera.
Desde hace un año, mis desayunos no me aportan la energía necesaria para enfrentarme a lo que cada día estaba viviendo y sufriendo. Hoy me he dado cuenta de muchas cosas. Reflexioné sobre lo que he vivido y elegido. He despreciado aquellas palabras que trataban de ayudarme. Incluso he perdido a la gente que me quería, para que él fuese el centro de mi vida.
Las cosas desde dentro parecían no tener solución. Yo no podía dominar la situación. Estaba atrapada, aplastada, humillada, amenazada, golpeada…. Es fácil de describir pero muy duro de sentir.
Al principio crees que simplemente es que tuvo un mal día, que él no es así, que fue un simple arrebato. Al día siguiente me regalará flores, me pedirá perdón y hará de nuevo una falsa promesa.
Empezó por dominarme sin que me diera cuenta, continuó diciéndome lo que tenía que llevar puesto. Le aterrorizaba que alguien me mirase o me insinuase lo guapa que estaba. Si eso ocurría, yo era la culpable.
Llegaron las amenazas, el prohibirme salir de casa, el verme obligada a llevar gafas de sol. Todo para tapar lo que él me había hecho para luego decir: “yo te quiero”
Y yo callada, sin hacer nada.
Sabía que mucha gente se lo esperaba, que tenía apoyo pero me faltaban ganas.
Yo lo quería.
Pasó un año y no fui capaz de cortar la situación. Fui con él a vivir a otra ciudad. Pensé que la cosa podría funcionar o cambiar. No me di cuenta de su astucia. Aquí, nadie me conoce, paso desapercibida. Deseo que duren para siempre aquellas horas en las que él no está.
Ya no lo quiero, lo desprecio.
Tengo ganas de pegarle, escupirle, hacerle pasar por todos esos horrorosos momentos.
No me faltan las ganas, pero sí la seguridad.
Tengo miedo.
Me caían las lágrimas continuamente y cuando me veía me las quitaba con bofetadas.
He pensado en suicidarme y acabar con este dolor, pero creí que esa no era una la solución. Pensé en vosotras, mujeres que estáis en la misma situación. Si yo daba el paso quizás muchas más lo haríais.
¿Por qué esperamos a que nos maten y se salgan con la suya? ¿Por qué no lo intentamos aunque arriesguemos la vida? Si no lo hacemos, quizás no moriremos hoy, ni mañana…pero ¿acaso no pensáis que lo que vivimos es una muerte? Sí, lenta y con sufrimiento. Todas juntas podemos hacerlo. Somos más fuertes que ellos.
Hoy en mi desayuno la absorción fue tan rápida que todas esas vitaminas y proteínas se transformaron en un impulso muy fuerte.
Me levanté, observé mi puerta, parecía mi vida: carcomida, casi sin madera, desgastada… ¿y si me quisiera indicar el poco tiempo que me quedase para estar muerta?
La crucé decidida y sentí cómo la libertad me acariciaba. Fue una sensación indescriptible. No me importó si era fuerte o estaba blindada, lo importante es que la supe cruzar a tiempo; que llegaría a derrumbarla si fuese preciso…
Y Rebecca West les dedicó estos versos:
Pero luchamos por nuestros derechos, no dejaremos
que nadie nos arrebate el aliento
y nos defendemos de cualquier intento
de impedirnos hacer uso de nuestras voluntades.
que nadie nos arrebate el aliento
y nos defendemos de cualquier intento
de impedirnos hacer uso de nuestras voluntades.
0 comentarios:
Publicar un comentario